Nuestro organismo es un conjunto de sistemas interrelacionados entre sí. La tensión muscular ejerce control sobre las funciones mentales; a su vez, las tensiones emocionales influyen en la musculatura y el dolor. Lo mismo sucede con el sistema digestivo, circulatorio, etc.
Por ejemplo: si existe un estado de alerta continuo (por estrés, preocupaciones…) provocará tensión muscular, que puede llegar a cronificarse, y las funciones del resto del organismo como el sistema inmune (regenerador), digestivo y circulatorio, quedarían relegadas a un segundo plano, provocando la aparición de enfermedades “sin causa aparente”. Estos síntomas perpetuados en el tiempo a su vez agravan el malestar emocional, las relaciones sociales y el estrés, creando un círculo vicioso de alteración emocional, dolor y aparición de la enfermedad.
Si actuamos sobre los músculos mediante procesos de relajación neuromuscular, conseguiremos en cierta medida disminuir la tensión emocional constante que nos proporciona nuestro ritmo de vida, y mejoraremos el funcionamiento del resto de sistemas.
Entre los efectos terapéuticos de la relajación nos encontramos:
- Disminución de la activación del sistema simpático (relacionado con el estrés)
- Disminución de la presión arterial
- Aumento de la capacidad inmunológica
- Disminución de la ansiedad
- Incremento de la concentración y la atención
- Mejora del sueño
- Mayor autoaceptación
La posición más adecuada es tumbado boca a rriba o sentado en posición cómoda. El lugar donde realicemos la relajación debe ser tranquilo, con música suave, temperatura agradable…
La duración es variable: de 10 minutos a una hora. Es importante que siempre se lleve a la práctica a la misma hora para poder crear un hábito.
Al principio es normal distraerse, por lo que no debemos frustrarnos si en mitad de la relajación empezamos a pensar en otra cosa. Si lo practicamos, veremos cómo poco a poco la concentración es mayor y tenemos menos dificultades para relajarnos.
Para comenzar debemos ayudarnos de la respiración. Una respiración profunda y relajada actúa y mejora la movilidad de las visceras, la presión arterial, el ritmo cardíaco, la eliminación de deshechos de los músculos… Un control adecuado de nuestra respiración es una de las estrategias más sencillas para hacer frente a las situaciones de estrés.
Existen muchas técnias de relajación. Cada uno puede elegir cuál es con la que se siente más a gusto. A continuación mostramos una técnica de relajación muy sencilla para poner en práctica:
- Cerramos los ojos y comenzamos con una respiración profunda y relajada.
- Mis brazos y mis piernas pesan (como si se hundieran en una superficie mullida, como si estuvieran rellenos de plomo…)
- Mis manos están calientes (como si te acabaras de lavar con agua muy caliente, sientes un hormigueo,sientes el palpitar de la sangre en los dedos…)
- Mi respiración es tranquila (como la de antes de dormirse, fácil, al echar el aire, los brazos y las piernas pesan más, las manos están más calientes).
- Oigo mi corazón latir tranquilo, con fuerza, rítmico.
- Mi frente está fresca, mi cabeza despejada (como si alguien acabar de ordenarla, como si estuviera en blanco o con una imagen agradable, como si no fuera capaz de fijar una imagen, sólo ver fotogramas de caras o recuerdos agradables…)
Para salir de la relajación, lo haremos despacio, moviéndonos suavemente y estirándonos, abriendo por último los ojos.